Hace unos días escuchaba en las noticias como un empresario
de Bruselas ha lanzado una empresa funeraria low cost en internet. Lo que
faltaba. ¡Madre mía! Como si no tuviéramos suficiente con las peripecias de
Ryan Air (la aerolínea irlandesa que nos sorprende mes sí y mes no con sus
estrategias para reducir costes) o Ikea. Ahora nos toca recortar en nuestro
entierro.
Y es que hoy, más que nunca, las medidas low cost están de
moda. Y han llegado para quedarse una buena temporada… Las medidas políticas de
nuestro actual gobierno parecen nutrirse de estas ideas. ¡Padres, madres,
profesores…! La EDUCACIÓN LOW COST ya está aquí. Se llama LOMCE.
Si hay que recortar, recortemos con precisión y con esmero. Y
quedémonos con lo básico, o con lo mínimo, con una educación de mínimos que arrincona
sin piedad –una vez más- las asignaturas humanísticas (latín, griego, historia,
filosofía) y artísticas (música y dibujo). Después de tantos años luchando por
la supervivencia digna de estas materias, no sé cómo no se han muerto ya. ¡Qué
cansino resulta escuchar gobierno tras gobierno arremeter contra estas pobres
indefensas! Indefensas porque no son útiles. ¡Ay el triste utilitarismo que nos
sobrecoge, nos hechiza y nos impide pensar con claridad!
Pero la cosa no queda aquí. Ya que estamos, aprovechemos
para hacer limpieza, y quitemos todo aquello que nos resulta molesto. Fuera los
contenidos que generen algún tipo de polémica entre los estudiantes: desarrollo
sostenible, ingeniería genética, evolución… Y así es como la asignatura de
Ciencias para el Mundo Contemporáneo se va al traste. ¿Y Ciudadanía? Bueno,
pues nos inventamos unos contenidos ñoños con los que entretener a los alumnos,
y que no generen preguntas con respuestas embarazosas sobre la homosexualidad o
la multiculturalidad. Y se va más allá… La ética de 4º de ESO desaparece. ¿La
Economía del Bachillerato de Ciencias Sociales? ¿Para qué? ¿Para qué queremos
que nuestros jóvenes sepan interpretar la gran cantidad de información
económica que los medios publican a diario?
Ea, pues ya está todo mucho más claro. Ya tenemos una
educación minimalista y austera, con los contenidos justos y estrictamente
necesarios para formar personas en tiempos de crisis.
La reducción de costes que se realiza en el mundo
empresarial está plenamente justificada hoy en día. Si RyanAir elimina los
menús en sus vuelos, si quita los reposa cabezas de sus asientos, si le apetece
cobrar por ir al servicio…, si esta empresa de Bruselas elimina los servicios
que encarecen un entierro; si Ikea me vende una mesa dos veces más barata
porque reduce costes de embalaje y diseño… Perfecto. Nadie me obliga a volar con
una aerolínea determinada o a comprar un determinado producto. Pero la
educación, querida comunidad educativa, no es un producto. La educación es un
derecho constitucional, que no debería estar sujeta a medidas estrictamente
económicas y cortoplacistas. La educación es, siempre, futuro.