miércoles, 11 de febrero de 2015

Educando en la granja.

La escuela ha caído en descrédito. Día sí y día también, aparecen en la palestra pública el Ministro Wert con sus reformas, que están avivando más si cabe, el debate social sobre el estado de la educación en España. Y de paso, a través de unos análisis comparativos que ya resultan cansinos, nos enteramos de lo bien que funciona el sistema educativo de Finlandia o de cómo los jóvenes asiáticos ocupan los primeros puestos en una carrera ficticia por ser mejores, es decir, por obtener mejores resultados a costa, claro, de llevarse muchos otros aspectos importantes del desarrollo psicológico de un niño por delante. Si os interesa ver lo mal que lo hacemos en España. podéis leer el siguiente artículo: España no es Finlandia.

Y así, sumidos en un proceso de desmotivación sin precedentes, los centros escolares se convierten en un campo de batalla en el que nadie lucha por nada en concreto y en el que además no hay adversarios reconocidos, porque aparentemente todos somos una comunidad educativa ejemplar. Sin embargo, si preguntamos a los docentes nos dirán que los padres se desentienden de los niños, que hay veces que no pueden con ellos, que les han recortado sueldo y aumentado la ratio de alumnos por clase, y que así no hay quien trabaje. Dice José Antonio Marina que “en estos momentos el prestigio de la institución escolar es bajo, y esto hace que la fuerza institucional que reciben los docentes sea escasa, lo que les produce con frecuencia un sentimiento de desamparo o de impotencia”(1) Si escuchamos a los familias, nos dirán que los a los docentes sólo les interesa su sueldo, que no se preocupan por los niños y que cumplir con el currículo a tiempo, sin atender a diferencias, es lo prioritario para ellos. Y mientras, esos adolescentes que están ya en bachillerato, a punto de decidir qué estudiarán, sostienen con resignación que si no les llega la nota para nada más, tendrán que optar por hacer Magisterio... Y digo yo que esto no es una comunidad, sino un gallinero repleto de gallinas cluecas. “Ni padres ni docentes se atreven a enseñar o a imponer una disciplina”, dice Marina.(2)

Me pregunto si será posible un cambio, si familias y docentes unidos de verdad, sabremos recuperar la autoridad basada en el conocimiento de la que habla Marina, necesaria para impulsar un proyecto educativo y ético que parta de la sinceridad y la honestidad hacia nuestros hijos, rechazando propuestas cortoplacistas (¡siete sistemas educativos desde 1970!) y afrontando la construcción de un futuro con la madurez de adultos responsables.

(1)José Antonio Marina: La recuperación de la autoridad. Claves para la familia y la escuela. Barcelona: DeBolsillo, 2014, pg. 25.
(2)Op. Cit, pg. 17

2 comentarios:

  1. Muy acertado el artículo. Cuanta verdad expresa.
    Es cierto que familias y docentes debemos de unirnos para una educación de cálidad.
    Las familias debemos de Implicarnos educar a nuestros descendientes tanto en valores (algo que no esta del todo muy claro que se haga ) como en conocimientos.

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  2. Muy acertado el artículo. Cuanta verdad expresa.
    Es cierto que familias y docentes debemos de unirnos para una educación de cálidad.
    Las familias debemos de Implicarnos educar a nuestros descendientes tanto en valores (algo que no esta del todo muy claro que se haga ) como en conocimientos.

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