Reproduzco aquí la carta de una maestra de primaria aparecida en El País hace unos días. Algunas veces, las cartas de los lectores son la parte más objetiva de una publicación. Resalta la necesidad de autocrítica entre el profesorado, que se ha convertido en "un movimiento endogámico, y por ende, antipedagógico". Y que conste que no lo digo yo, sino ella, la maestra.
En estos días en los que se habla de endogamia y enchufismo en el
sector universitario, no he podido por menos que sentirme responsable
ante los problemas que nuestra enseñanza primaria carga desde que obtuve
mi plaza en Madrid como maestra funcionaria en el año 1995.
La idea de innovar, colaborar, crear, enseñar a enseñar, disminuye a
pasos agigantados. Ahora prima el aislacionismo, el miedo a represalias
parentales e institucionales imaginarias, el partidismo político, el
cobro de favores de comodidad entre los propios compañeros que se ha
convertido en un movimiento también endogámico y, por ende,
antipedagógico, propulsado por los propios equipos directivos de algunos
centros. Las matemáticas no son enseñadas con rigor, la lengua ha
dejado de ser ese espacio estético y organizado. Los contenidos
transmitidos ahogan la función creativa del lenguaje. El aprendizaje se
copia de los libros ya programados y elaborados como si un objeto más de
consumo se tratara. Necesitamos un poco de autocrítica.
Vamos a ver qué nos depara la nueva ley, vamos a ver qué sale de todo
ese diálogo entre ministerio y universidad, vamos a leer sus
interpretaciones, fábulas y demás entelequias, con la única duda
experimental posible cuando se analiza en materia educativa: ¿qué fue
antes, el huevo o la gallina?— María Jesús León Cavero.
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